Desde niña he sentido que nadie a entendido mi proceso de aprendizaje y que la única forma de aprender ha sido siendo autodidacta. Cuando empecé a enseñar a niños y adolescentes tuve esto muy presente y enseguida entendí que "nadie enseña a nadie y todo el mundo aprende". Cada uno de nosotros tiene su propio proceso de aprendizaje, sus talentos, pasiones y limitaciones y en cada momento vital cada uno sabe qué necesita aprender para avanzar, descubrir o solucionar. Las maestras solo podemos guiarles en su autodescubrimiento y autoaprendizaje ofreciéndoles diversos conocimientos que puedas serles útiles en cada momento. Si miramos, verdaderamente, a los niños y al mundo que nos rodea vemos que estamos profundamente errados con la forma en la que estamos enfocando la educación y si miramos nuestras propias vidas vemos claramente una desconexión con la naturaleza, la sororidad, la solidaridad, la compasión o la ternura. En definitiva, nos hemos desconectado de nosotros mismos.